viernes, 14 de febrero de 2014

LAS COSAS COMO SON NO COMO LAS CUENTAN...ALGUNOS



Una empresa debe tener mucho cuidado en donde hace los recortes de gasto.

Muchos habréis oído la  historia de aquel ejecutivo de una compañía aérea que ahorró millones de dólares suprimiendo una aceituna, que nadie se comía, en las ensaladas del menú.  Ha pasado a la historia como uno de los mayores exitos de gestión empresarial, y son muchas las consultoras que  la ponen como ejemplo en cursos y seminarios.  La realidad es bien diferente y lo que se presenta como éxito fué más bien un fracaso.

Conozcamos la verdadera historia. Resulta que la compañía aérea (American Airlines) contrató en 1987 a un “brillante consultor” para que redujese sus costes de explotación. La empresa ya se encontraba en una situación financiera delicada. El nuevo ejecutivo retiró la aceituna, pero no de la ensalada, si no del cóctel de bienvenida que servian a los pasajeros de primera clase, y que efectivamente nadie se comía. Pero no solamente quitó la dichosa aceituna, si no que eliminó del carrito de las azafatas muchas de las bebidas más caras, que se servían a los pasajeros, que por cierto, pagaban muchos cientos de dólares por su billete. El ahorro calculado por la propia compañía no fue de millones de dólares si no de solo 40.000 a lo largo de aquel año  en todos sus vuelos nacionales e internacionales, que eran muchísimos pues estamos hablando de una de las aerolíneas más grandes del mundo en aquellos momentos.



Los exigentes pasajeros de primera clase echaron de menos aquel detalle de bienvenida y también se dieron cuenta del recorte  en el carrito de las bebidas, así como la baja calidad de los menús y algunos otros detalles. Se perdieron muchísimos clientes y la cosa no se arregló, si no que al cabo de unos años la empresa se vio obligada a acogerse a la ley de quiebras.

American Airlines sigue existiendo hoy en día como compañía aérea, pero con unos propietarios diferentes.    

Un detalle importante: los 40.000 dólares que se ahorraron aquel año suponían mucho menos dinero del que se pagó como sueldo al “brillante consultor” al que no le gustaban las aceitunas. La mejor opción por tanto hubiese sido despedir al consultor y seguir con las aceitunas.

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