lunes, 6 de marzo de 2017

SINCERIDAD TARDÍA EN LA EMPRESA, ¿POR QUÉ SUCEDE?


"Michael Stuba, es un estadounidense de 58 años que acaba de jubilarse de su trabajo como mando intermedio en la Comisión de Autopistas de Peaje de Pensilvania, de la que formo parte durante los últimos 35 años, desde que entró como simple cobrador. Su momento de gloria llegó cuando sus superiores le pidieron, por favor, que les concediese una última y “sincera” entrevista final con el objetivo de mejorar. Lo que sucedió después no te sorprenderá. Dicho y hecho. Apenas faltaban unos minutos para que expirase su tiempo de servicio en la empresa de carreteras, y decidió cumplir con su última misión: decir la verdad con “honestidad brutal”. Así que rellenó el cuestionario y pensó que, ¡qué diablos!, en lugar de enviarlo a Recursos Humanos para que lo leyesen en diagonal y lo borrasen medio minuto después quizá al resto de sus compañeros y superiores también les gustaría conocerlo, así que decidió pulsar el botón de “responder a todos” y enviárselo a sus 2.000 compañeros. Y se lio una buena.”
                                   Foto de Michael Stuba
Su carta de despedida decía lo siguiente, “los primeros 30 años fueron maravillosos, los últimos cinco han sido terribles”. La lista de quejas es cuantiosa: “No tenemos ninguna moral. La compañía ha perdido el control, los jefes a nivel ejecutivo no tienen contacto con el empleado medio, y tan solo miran por sí mismos”, explicaba. “Todo es secreto de estado, no se pregunta a la gente que está sobre el terreno hasta que las decisiones están tomadas. Los empleados trabajan a ciegas. En resumen: “Durante los primeros 30 años me sentía parte de un equipo, los últimos años me he sentido como alguien ajeno, como si los que trabajamos en el terreno no importásemos”. Una queja, la escasa relación entre los trabajadores a nivel de calle y los mandos, cada vez más frecuente en el mundo laboral. “Creo que los niveles superiores de la gestión (ejecutivos) no se preocupan por nosotros ni nos aprecian. La sensación que tenemos es: haz lo que te decimos o búscate otro trabajo. También, la “estupidez” de intentar ocultar el nepotismo y el favoritismo: “Nos daban clases donde nos decían que no éramos políticos; eso es una gilipollez”, detallaba. “Los trabajos y los ascensos eran dados por los políticos, en función de quién eres, no de lo que sabes. Se crearon puestos para gente que no tiene ninguna cualificación. Se contrataba a la gente de la calle cuando tenemos personal preparado en plantilla”. Además, debían ser bastante torpes: Stuben recuerda haber recibido por error un correo de un inspector pidiendo trabajo para un conocido. El problema no es tanto que sea así (“yo también he sido parte del sistema”) como que, además, se intente fingir que esas cosas no ocurren a diario. “Cuando me pidieron una entrevista honesta de salida, les di una”, ha explicado el célebre jubilado a “Philly”. “Lo envié minutos antes de marcharme”. Se le puede reprochar no haberlo hecho antes, lo que probablemente habría mejorado el día a día de sus compañeros (y el suyo), pero desde luego ha creado un pequeño terremoto al exponer, de manera sincera, algunos de los defectos de la organización laboral moderna. “Contratan a gente que es tan tonta como esta piedra”, añadió.
La respuesta del presidente de la compañía fue la siguiente: “Señor Stuban, creo que nunca nos hemos conocido en persona, y después de leer su Cuestionario de Salida, estoy agradecido de no haberlo hecho”, comenzaba la respuesta a todos los empleados enviada por Sean Logan, el CEO de la compañía que, para más inri, había sido senador por el Estado de Pensilvania. Stuban considera que, vista la respuesta, su antiguo jefe no había entendido nada. “Si fuese una compañía eficiente y alguien te dijese que no tienes moral pero sí muchos problemas, puede que no tengas por qué creerme, pero quizá deberías investigar un poco”. http://bit.ly/2gBDmu2


Leída la historia de este jubilado norteamericano uno no puede por menos que pensar si lo que relata en la misma es un hecho aislado o la sinceridad y confianza que existe en la actualidad en el mundo corporativo es la ideal. Si nos remontamos un poco en el tiempo encontraremos que la gran crisis acaecida en el 2008 sigue vigente en el colectivo imaginario de muchas personas que trabajan en las compañías. La confianza ha sido la gran damnificada de esta crisis financiera, lo cual ha dañado quizás el principal valor con que cuenta cualquier organización. Richard Edelman en su último informe Edelman Trust Barometer del 2017 http://bit.ly/2jXyo0X lo transmite de la siguiente manera, -la confianza ha implosionado dentro de las organizaciones, los hechos acaecidos en la sociedad y en concreto en el mundo corporativo han dejado una huella que tardará mucho tiempo en borrarse-. En este último año han ocurrido bastantes hechos, quizá a priori un tanto improbables o impensables, que han provocado cambios a peor en la confianza que las personas tenemos ante gobiernos, instituciones, líderes, medios informativos, empresas, etc. Esos eventos han generado unos resultados peores que los de la edición del 2016 del Barometer. Algunas noticias de tipo económico que según Edelman ha agravado más si cabe dicha confianza el año pasado han sido:  
  • El Reino Unido votó su salida de la Unión Europea.
  • La publicación de los llamados “Papeles de Panamá” ha salpicado públicamente de corrupción a gobiernos, organizaciones, deportistas, artistas, etc.
  • Es cada vez más usual la publicación de noticias falsas y sin contrastar.
  • Está cambiando la percepción de la globalización y el libre comercio, desde una perspectiva “beneficiosa” (consumo masivo a bajo precio) hacia la preocupación por la subcontratación de puestos de trabajo occidentales hacia los mercados de bajo coste.
  • La automatización de trabajos y tareas empieza a verse como una amenaza real y próxima en el tiempo para muchas profesiones y puestos de trabajo.
  • La falta de salvaguardas sociales e institucionales proporciona un terreno fértil para los movimientos populistas alimentados por el miedo.


Según el Barometer de este 2017, dentro de las compañías las cinco principales acciones que dañan la confianza de la organzación para la realización de los negocios con otros actores son: 
  1. Pagar sobornos a gobiernos para la obtención de contratos oficiales
  2. Pagar a ejecutivos salarios cientos de veces mayores que a los trabajadores
  3. Mover los beneficios a otros países para no pagar impuestos
  4. Encarecer los productos que la gente necesita para vivir
  5. Reducir costes en la empresa a costa de reducir la calidad de los productos

Esta pérdida de confianza en las organizaciones daña los principios de equidad, los valores compartidos y la igualdad de oportunidades, generando una sensación de impunidad y frustración por parte de aquellas personas que asisten a los hechos desde fuera, muchas no encuentran otra salida que la desafección de todo aquello a los que se les solicita su participación. Llegados a esta situación lo que existe en el fondo es un cuestionamiento que pone en ridículo los propios principios que sustentan al “sistema” de una organización social, económica, política, etc. 


A la luz de los datos ofrecidos por el informe de Edelman la situación es bastante preocupante. Parece que el sistema ha entrado en un bucle en el que la pérdida de confianza en las instituciones genera una falta de confianza en el sistema, que a su vez hace que éste sea más vulnerable al miedo (momento en que el populismo entra en acción ayudando como propagador) y se acabe erosionando aún más la confianza. Además, los medios informativos actúan como una “cámara de resonancia” que potencia y amplifica aún más los miedos de la población, acelerando cada vez más el ciclo de generación de miedo, como se ve en el siguiente gráfico.



Volviendo al suceso del principio de este post con el señor Michael Stuba, me parece muy importante su reflexión final con respecto a lo acaecido, “Si fuese una compañía eficiente y alguien te dijese que no tienes moral pero sí muchos problemas, puede que no tengas por qué creerme, pero quizá deberías investigar un poco”. Obviamente matar al mensajero cuando lo que dice existe dentro de las compañías es lo más barato y económico, pero no resuelve el problema de fondo, que en muchas compañías se manifiesta periódicamente cuando se presentan resultados económicos, de Clima Laboral, etc. Lo único que se requiere en estos casos es tener el coraje para abordar los problemas sin esconderlos, generando los cambios necesarios para que aquello que genera hechos como los que relata el señor Stuba no sé produzcan. El futuro próximo parece imprevisible, la confianza en las organizaciones empresariales requiere una cierta regeneración que sirva para que las compañías actúen como motor y punta de lanza del cambio en la sociedad, con ello se amortiguaran los efectos que dicho cambio está trayendo consigo a las personas como; confusión, desconcierto, nuevos modelos de relación a nivel, económico, social, etc.  
 



Ya lo dijo Brian Tracy: “El pegamento que une todas las relaciones (incluidas las relaciones entre el líder y su rebaño) es la confianza, y la confianza se basa en integridad”.
 

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