domingo, 7 de enero de 2018

PSEUDOGESTIÓN DIRECTIVA...UN ENGAÑO A LOS DIFERENTES STAKEHOLDERS



A la edad de 18 años, Carlos II contrajo matrimonio con María Luisa de Orleans (un año menor que él) con el fin de proporcionar estabilidad personal al monarca (famosas son sus crisis de personalidad y múltiples patologías) y un heredero a la corona española.
María Luisa era nieta del rey Carlos I de Inglaterra y sobrina de Luis XIV (Rey de Francia) y llegó con un buen número de hábitos adquiridos que no eran del agrado de gran parte de los miembros de la Corte española. Para asistir a la joven y caprichosa reina, se nombró a la Duquesa de Terranova como su “Camarera Mayor”, siendo la función de ésta atender a la esposa del rey. La joven se había llevado hasta palacio un par de loros con los que parloteaba en francés y les hacía repetir aquello que ella decía.
Pero la duquesa, que era una mujer rígida y ya entrada en la cincuentena, había optado por no pasar ni uno de los caprichos y desaires de la nueva reina, por lo que, estando convencida de que lo que hacían los simpáticos pájaros era insultarla en francés (además de crisparle los nervios), decidió mandar envenenarlos.
Tras enterarse de lo sucedido con sus loros, María Luisa se dirigió hacia la Duquesa de Terranova y saltándose el protocolo le asestó dos soberanas bofetadas en presencia de otros miembros de la Corte.
Tras enterarse de lo sucedido, Carlos II mandó llamar a su joven esposa, a la que comenzó a recriminarle su acto, a lo que la reina (conocedora de lo ansioso que estaba su esposo por engendrar un heredero al trono) le contestó hábilmente:
-“Señor, fue un antojo”
Algo que puso enormemente alegre al monarca, quien se olvidó del motivo por el que había mandado llamar a María Luisa y celebró con entusiasmo el estado de buena esperanza de su joven amada esposa.
Evidentemente no había embarazo alguno, ni lo hubo en los diez años que duró el matrimonio (María Luisa de Orleans falleció en 1689, a la edad de 26 años, a causa de un ataque de apendicitis).
Carlos II tampoco consiguió descendencia con su segundo matrimonio, lo que propició, a su muerte, la entrada en el trono español de los Borbones.



El término “pseudo” deriva de la raíz griega ψεδο (pseudo), exactamente es sinónimo de falso. Como tal, “pseudo” es un elemento compositivo que se coloca delante de una palabra, sea que esta se refiera a un concepto, disciplina, persona o cosa, para indicar que se trata de algo que es falso, o que no se considera válido o genuino. En la actualidad muchas son las palabras que utilizamos en cualquier ámbito y que incluyen como si de un prefijo se tratase el término “pseudo”, en este sentido puede tener una connotación despectiva, pues indica que algo no goza de legitimidad o autenticidad. Muchas veces aquello mencionado como “pseudo” se define por oposición a lo aceptado convencionalmente. Por ejemplo, la “pseudomedicina”, en este sentido, abarca las terapias y los tratamientos que, por diversos motivos, no son reconocidos o aceptados por la medicina, cuyos profesionales cuentan con el aval de un título concedido por el Estado o por una entidad oficial.
La pseudogestión empresarial surge como principal motivo de la inacción e inmovilismo en la toma de decisiones por parte de los directivos que llevan la estrategia de las compañías. Esta situación se ve agravada además por factores como la construcción de un falso relato de lo que está sucediendo dentro de la compañía y que transmiten dichos directivos hacia los diferentes stakeholders que integran la misma, tergiversando una realidad que en base a las métricas e indicadores de gestión dicen todo lo contrario a lo que se está comunicando. Existen además otros dos factores críticos que agravan dicha situación y hacen que dichas compañías entren en una espiral destructiva de valor que conduce inexorablemente a la irrelevancia a las mismas cuando los mismos se prolongan en el tiempo, son las siguientes:
  • Las puertas giratorias que se establecen en las mismas, con personal directivo que se pasan al lado de los contratistas que dan servicio a su compañía de origen, haciendo en muchos casos de lobby para dichos contratistas en perjuicio de su compañía de origen. 
  • La politización y el sindicalismo que impera en las decisiones empresariales que empañan y lastran a las compañías, ya que dichas decisiones en la mayoría de los casos no obedecen a criterios objetivos de valía u oportunidad, sino a una cuota de poder que se distribuye en las compañías con el fin de garantizar "otros fines" que en el fondo conduce en muchos casos a la ineficiencia e incompetencia  de las mismas, ya que los mejores recursos que atesora la compañía se ven relegados en muchos casos por criterios espurios, perjudicando seriamente la continuidad de las mismas.


Mary Parker Follet nació cerca de Boston en 1868. Estudió economía, política, derecho y filosofía en el Radcliffe College (Harvard), donde se graduó en 1898 con las máximas calificaciones, después de haber estado en el Newnham College de Cambridge, Inglaterra. Hizo estudios de postgrado en París. Esta excelente formación académica, por aquellos años extraordinaria para una mujer, y su carácter meticuloso y ordenado le permitieron desarrollar desde el comienzo de su carrera profesional una metodología propia al abordar los temas de trabajo: combinar el estudio cuidadoso y sistemático de la documentación bibliográfica existente con el trato personal con los implicados, a fin de conocer en directo sus pensamientos, sentimientos y modos de actuar. Esta mujer fue la primera persona que pensó la administración desde la perspectiva humanista, célebre es su frase, "Recordemos que jamás podremos separar por completo el lado humano del mecánico",  plasmada en su libro "Dynamic Administration" publicado en 1941, ocho años después de su muerte. En dicha frase permite apreciar toda la fuerza del pensamiento de Mary Parker Follet, quien siempre estuvo procurando por las relaciones humanas y más que nada por enseñarle a las personas la importancia de los principios.


Un continuador de la línea de pensamiento de Mary Parker Follet fue Peter Drucker, el gran maestro del management, posiblemente el autor que más influencia ha ejercido en el mundo de la gestión empresarial en la práctica. Drucker escribió tanto al respecto que se hace prácticamente imposible dar una idea completa de ello. Pero existe un punto sobre organización que es quizás el más crucial de los que él predicó, navegando a contracorriente: la obviedad de que el management necesita managers. ¿Por qué éste es un punto importante? Pues porque él lo definía con un significado muy concreto la palabra mánager:"personas de verdad, enteras, con capacidad de decisión, con iniciativa y con poder para llevarla a cabo". Lo contrario de lo que quería Henry Ford, que es el mal ejemplo para Drucker, con una crítica muy dura a sus métodos (le acusó incluso de tener una especie de policía secreta en la empresa). Probablemente, si a Henry Ford le hubiesen preguntado si necesitaba managers, hubiese respondido que sí. Incluso es plausible que se pudiese quejar de la falta de talla de sus colaboradores, y su deseo de que tuviesen más. Y, sin embargo, cuando los tenía cerca, los controlaba hasta el extremo, no les dejaba hacer, y les daba órdenes constantemente, que es algo que un buen mánager no aceptará jamás. Por tanto, conseguirá que los que tiene sean malos, verá cómo se producen malos resultados, y llegará a la conclusión de que hay que controlar más y dar menos atribuciones a los incompetentes que tiene por debajo. Peter Drucker insistió en la importancia de la adaptación al entorno por parte de los directivos, es más, la mentalidad correcta de un directivo debería ser siempre anticiparse a los tiempos, tratando de preparar el futuro no limitándose a ser un contemplativo de los sucesos. Observar la propia organización es importante para Drucker, pero más importante es analizar el entorno cambiante para buscarle oportunidades. En la pseudogestión directiva no existe proactividad, ni crítica, ni oportunidad, en la pseudogestión solo existe, obediencia, el cortoplacismo y la información sesgada, dando como resultado una ausencia de conocimiento real a lo que está sucediendo. 
Nada se puede esperar de la dirección de una compañía que no es capaz de transmitir a los empleados la urgencia del proceso de cambio en la que está embarcada como consecuencia de los malos resultados económicos que cosecha año tras año. Resulta  tan difícil sacar a un empleado de su zona de confort como evitar los efectos de una plantilla a la defensiva cuando se les solicita un cambio en su aptitud ante una situación difícil por la que atraviesa, ya que muchos empleados piensan, “no veo el motivo para cambiar, yo cumplo con mi trabajo al 100%”. Los cambios son imposibles de realizar a no ser que la plantilla de la compañía esté dispuesta a cambiar,  para ello John P. Kotter, el gurú del cambio afirma que dicho cambio tiene que ser comprado por un mínimo de un 75%  de la plantilla. Pero como bien expone Kotter, las personas no van a llevar a cabo cambios sin una comunicación creíble, fiable y suficiente, sin esto no se conseguirá conquistar la voluntad del empleado. Para Kotter existen ocho causas que explican porque las compañías fracasan:
  • Permitir un exceso de complacencia
  • No construir una coalición lo suficientemente fuerte para conseguir los objetivos
  • Subestimar el poder de una visión
  • Falta de comunicación de lo que es la visión
  • Permitir que los obstáculos bloqueen la nueva visión
  • No dar lugar a triunfos en el corto plazo
  • Cantar victoria demasiado pronto
  • Olvidarse de arraigar los cambios en la cultura corporativa




La pseudogestión directiva está condenada al fracaso, la aceleración de los cambios provoca que todos quienes tienen responsabilidad en una organización deban reinventarse con celeridad, de otro modo se quedan obsoletos. Lograr esa meta reclama desplegar la iniciativa y creatividad de todos los implicados, tanto directivos como empleados. No hacerlo traerá consigo el fin del "reinado" de dicho directivo al frente de la compañía…Como sucedió al principio de este post a Carlos II.




Ya lo dijo Peter Drucker: La mejor estructura no garantizará los resultados ni el rendimiento. Pero una estructura equivocada es una garantía de fracaso”.




 

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