miércoles, 21 de febrero de 2018

GESTIÓN DEL TALENTO O MEJOR... GESTIÓN DEL "SERVILISMO"




Existe una vieja leyenda noruega que cuenta el siguiente relato.
El viejo Haakón cuidaba una cierta ermita. En ella se conservaba un “Dios” muy venerado que recibía el significativo nombre de “Cristo de los Favores”. Todos acudían a él para pedirle ayuda. Un día, también el ermitaño Haakón decidió solicitar un favor y, arrodillado ante la imagen, dijo:
Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz. Y se quedó quieto, con los ojos puestos en la imagen, esperando una respuesta. 
De repente -Oh, maravilla – vio cómo el crucificado comenzaba a mover los labios y le decía:
Amigo mío, accedo a tu deseo; pero ha de ser con una condición: que, suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar siempre silencio.
Te lo prometo, Señor.
Y se efectuó el cambio. Nadie se dio cuenta de que era Haakón quien estaba en la cruz, sostenido por los cuatro clavos, y que el Señor ocupaba el puesto del ermitaño. Los devotos seguían desfilando pidiendo favores, y Haakón, fiel a su promesa, callaba. Hasta que un día…
Llegó un ricachón, el cual, después de haber orado, dejó allí olvidada su bolsa. Haakón lo vio, pero guardó silencio. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas más tarde, se apropió de la bolsa del rico. Y tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedir su protección antes de emprender un viaje. Pero no pudo contenerse cuando vio regresar al hombre rico, el cual, creyendo que era aquel muchacho el que se había apoderado de la bolsa, insistía en denunciarlo. Se oyó entonces una voz fuerte:
– Detente.
Ambos miraron hacia arriba y vieron que era la imagen la que había gritado. Haakón aclaró cómo habían ocurrido realmente las cosas. El rico quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también, porque tenía prisa por emprender su viaje. Cuando, por fin, la ermita quedó sola, Cristo se dirigió a Haakón y le dijo:
– Baja de la cruz. No vales para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.
Señor dijo Haakón confundido -, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?
Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa -le contestó Cristo -, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una mujer. El pobre, en cambio, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo. En cuanto al muchacho último, si hubiera quedado retenido en la ermita, no habría llegado a tiempo de embarcar y habría salvado la vida, porque has de saber que en estos momentos su barco está hundiéndose en alta mar.



Los CEOs de las compañías tiene que batallar con el reto de atraer el mejor "talento" que necesitan, pero ¿Cómo lo hacen?...Su mayor preocupación es: ¿Dispongo de empleados que entiendan mi camino dentro de la compañía (misión, visión, valores) y sean realmente capaces de ejecutar el trabajo a buen ritmo? ¿Es este un planteamiento correcto para abordar dichas necesidades? Las personas son quizás el elemento más diferenciador que da ventaja a cualquier compañía, especialmente en las grandes, donde la palanca humana es más poderosa. Sin embargo hete aquí la gran contradicción, es en ese nicho de compañías donde más se “domestica” a las personas, condicionándolas para que trabajen de una forma determinada con el fin de perpetuar el statu quo vigente. Para ello, se etiqueta a la gente de "talentosa" cuando encaja (o finge hacerlo) en esas formas vigentes con dicho status y se posterga aquella persona que no encaja con dicha doctrina o credo vigente. Esto acaba unificando la conformidad sobre él miedo a posibles represalias si no se sigue el camino marcado. Con este situación el CEO ve perpetuarse el problema de captación del talento que trata de resolver. 


Existen tres  problemas que determinan el fracaso de cualquier sistema interno de “gestión del talento” implantado en una compañía, son los siguientes: 

1. Sistemas de captación del talento primitivos y muy corporativos
A pesar del tamaño de las compañías, las personas siguen siendo muy corporativistas, mantienen y buscan formar grupos de personas "afines" con las que se sientan cómodas y con las que poder concretar su trabajo. Esta visión del talento tiene más un componente de “complicidad” que de meritocracia (política basada en el esfuerzo, mérito y capacidad de las personas). En algunas compañías cuando se trata de ascensos estos se focalizan sobre empleados que su “merito” principal es gente de confianza y cercana a quien dirige dichos procesos, bien pertenecen a alguna organización sindical o bien son personas afines ideológicamente y personalmente con quien realiza dicha selección. Esta situación en la mayoría de los casos condena irremediablemente dicho talento al ostracismo y por ende a las compañías que lo sufren a la irrelevancia. Esta complicidad “tóxica” sentencia a dichos sistemas de “gestión del talento” a meros sistemas de siervos, donde las personas que crecen en la organización presentan el “handicap” o el sello distintivo de servir y ser afines a los postulados del mando, directivo u organizacion síndical a la que deben su posición. Los directivos más experimentados son disruptivos con dicha cuestión, situando por encima de todo el valor del conocimiento que atesora el individuo, ya que la afinidad lejos de crear beneficio para los diferentes stakeholders que integran una compañía como dije anteriormente, es un lastre cuando se relega lo que importa. 

2. Recompensan el seguidismo, no la creatividad.
Mientras que algunos mandos y directivos  ascienden y protegen sus "clanes", en cuanto se sale del núcleo directivo el problema no hace más que agravarse. La identificación de talento se convierte en un tema de "minions" (servidor entregado; adulador; funcionario subordinado. Es la persona que vive para servir a su amo o maestro, forman parte de los personajes principales en la película “Mi Villano Favorito) http://bit.ly/2op9Kb9   A menudo los mandos o directivos promocionan y protegen a los empleados que les hagan quedar bien, que no cuestionen sus acciones, opiniones o cualquier decisión que tomen. Los "minions", si usted no ha visto la película, son adorables y confiables, pero no espere que dirijan su futuro. Son empleados muy "comunes" que no se diferencian en gran cosa del resto de empleados que puede tener cualquier compañía. La brillantez y la luz que desprenden por sus capacidades no son precisamente una de las cualidades que más llamen la atención. 
3. Sistemas de “gestión del talento” situados fuera de la realidad social
Algunas de las principales compañías afirman que se centran en hacer prosperar a los empleados que se sitúan dentro de su contexto y sistema social. Todas estas compañías tienen in mente un tipo o "perfil" de empleado que buscan. Para las mismas, convertirse en una fábrica de talento no tiene que ver con contratar o ascender a los mejores empleados según dicho contexto, sino que se trata de entender el ADN del sistema social de dicha compañía y edificar a partir de ahí con personas afines a dichos postulados.  Sin embargo eso no es talento, el talento muchas veces es intransigente, contestatario, anárquico, etc., es lo que nos dicen las biografías y noticias que uno lee de los principales directivos de este último siglo, como Steve Jobs, Elon Musk, etc. Este tipo de individuos no busca la afinidad ni el “coro de corifeos” para cada una de sus acciones, sino que la confrontación (bien entendida) entre personas es parte del proceso creativo al que se ve sometida la compañía en su crecimiento. Las compañías que se centran de forma “tóxica” en velar por el “statu quo” como principal cuestión a la hora de buscar el talento, no logran cambiar una dinámica que las conduce al fracaso más estrepitoso. Sin embargo aquellas que obran de forma inteligente, y tienen CEOs con aspiraciones elevadas, buscan rearmarse y cambiar una dinámica muy perniciosa y arraigada, donde la ineficacia e ineficiencia en la búsqueda del talento limita la capacidad de las mismas para ser competitivas. 
Existe un libro que se  publicó en el año 2005 de Leigh Branham, experto en compromiso laboral, cuyo título es 7 razones ocultas por las que los empleados se van”, en el cual nos desvela las recónditas motivaciones por las que muchos empleados competentes se ven impulsados a cuestionar sus compañías, desconectarse del trabajo en ellas y, finalmente, abandonarlas, bien de forma física o tácita a través del “despido interior” (hacer lo mínimo para que no te llamen la atención pero sin recorrer jamás la milla extra). Las verdaderas causas de fondo de la rotación del personal se encuentran ocultas delante de nuestros propios ojos. Sólo hace falta prestar un poco de atención para ver que  son por ejemplo: la falta de reconocimiento, trabajos que no llenan, unas limitadas posibilidades de promoción, malas prácticas de gestión, un liderazgo falto de confianza, culturas laborales disfuncionales, etc. La mayoría de estos directivos que sufren dicha marcha de forma “tácita o explicita” ignoran que su función es involucrar y retener a los mejores empleados de cada organización. Sin embargo muchos de ellos se engañan piadosamente pensando que dichos empleados se van de la compañía porque les atraen mejores ofertas de fuera, sin embargo aunque dichas ofertas ejercen un papel importante, considerarlas la causa principal resulta simplista además de superficial. Estos directivos se niegan a reconocer que son “factores reprobables” como los que se producen en la gestión del talento ya mencionados, los que fomentan el atractivo de las oportunidades externas. La pregunta que deberían hacer a estos empleados no es “¿Por qué te vas?”, sino “¿Por qué no te quedas?” Branham basa su estudio que expone en el libro en los datos recabados por unas 19.000 encuestas realizadas a empleados por el prestigioso Instituto Saratoga (dependiente de la consultora Pricewaterhouse &  Coopers).  El autor analiza cada una de las razones del descontento y propone medidas concretas que cualquier empresa puede adoptar para satisfacer mejor las necesidades de sus empleados y darles la oportunidad de desarrollarse y evitar que se vayan. 



Aquellas compañías que poseen un alto desempeño, este se ve reforzado por un talento que se apoya en redes empoderadas, que se coordinan a través de una cultura común compartida. Conforme avanza el desarrollo de la tecnología, las compañías van reemplazando las jerarquías tradicionales que existían por el diseño de nuevos modelos donde la prioridad es fomentar la: rapidez, agilidad y adaptabilidad que permita  competir en un entorno global como el actual. Un estudio reciente (2017) efectuado por Deloitte en conjunto con Facebook encontró que solo un 14% de las compañías creen que sus procesos internos de colaboración y toma de decisiones funcionan correctamente. El talento, es una palanca clave en cualquier compañía que está llamada a marcar la diferencia con respecto a aquellas organizaciones que lo infrautilicen o no dispongan del mismo. Un ejemplo, la productividad en Estados Unidos crece aproximadamente un 1% anualmente, incluso trabajando los empleados más horas. Investigaciones recientes han demostrado que el tiempo de vacaciones ha disminuido de 20 días que tenían los empleados en el año 2000 a solo 16 días en el año 2016, solamente aquellas organizaciones que disponen  de un talento efectivo pueden romper el modelo rígido de trabajo que existe actualmente basado en la intensividad (horas trabajadas).
                                                   http://bit.ly/2GPpAm7

Así pues el talento no se puede buscar y enfocar solamente desde la perspectiva de la cultura organizacional y su alineamiento, basado en el “servilismo” y la confianza de personas obedientes. El talento es anárquico y escaso en algunas ocasiones, y la obligación de los directivos en las compañías es ir más allá de la mera foto en prensa, o del programa publicitado donde se radie una imagen de compañía innovadora. El talento, está actualmente dentro de las compañías, solo hace falta que se busque por parte de las personas que tienen dicha responsabilidad. Las redes sociales entre otros instrumentos son escaparates del mismo, lo que ocurre, es que existen algunas compañías con directivos donde la ceguera y la negación hacia la búsqueda del mismo  no esconde otra cosa que… El complejo de unos directivos que no encuentran “siervos” en dicho talento, quizás haya que ir en busca del “Cristo de los Favores” para que les abran los ojos. 




Ya lo dijo José Martí: “No hay espectáculo, en verdad más odioso, que el de los talentos serviles”.

 



 
 



 




















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