miércoles, 21 de marzo de 2018

DESGLOBALIZACIÓN, COMPAÑÍAS A SUFRIR... EL PROTECCIONISMO


El protagonista es Mark Twain, seudónimo de Samuel Langhorne Clemens, escritor que todos ustedes conocen y nacido en Estados Unidos en 1835. Viajaba en una ocasión en tren cuando el revisor le pidió el billete para picarlo. Twain, que entonces ya era famoso, a pesar de buscar y buscar no era capaz de encontrar el billete y mientras inspeccionaba su porta documentos el revisor vio algún papel por el que descubrió quién era el pasajero.
-Usted es el autor de Huckleberry Finn y de Tom Sawyer. No se moleste, deje de buscar el billete, estoy convencido de que lo habrá extraviado.



A pesar de estas palabras el autor siguió buscando sin descanso y cada vez más nervioso y entonces el revisor insistió en que no había problema alguno. Finalmente Mark Twain le confesó:
-No, si no es por usted por quien lo busco, es que necesito encontrarlo para saber dónde he de bajarme, porque no sé dónde voy.






Los argumentos teóricos a favor del libre comercio, que son sencillos y claros, fueron expuestos por primera vez por Adam Smith y David Ricardo. Al reducir las barreras al movimiento de bienes y personas, cada producto se fabrica en la ubicación con la mayor ventaja comparativa, mientras los trabajadores se trasladan adonde son más valiosos. De este modo, la producción global se optimiza. En 1990 cualquier debate político-económico se cerraba con una palabra mágica: globalización. El fenómeno de la globalización tiene su arranque a partir de la década de los años 90 del siglo pasado, fue el profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, Theodore Levitt, en su artículo “La globalización de los mercados” (1983), quien acuño dicho término. La globalización ha sido definida de muchas formas por numerosos teóricos, aceptando la siguiente definición, “un proceso social en el cual las restricciones de la geografía en las disposiciones sociales y culturales retroceden y en el cual la gente es crecientemente consciente de que están retrocediendo” (Waters, 1995). Este fenómeno se desarrolló intensamente en el periodo 1990-2007. La aparición de la crisis financiera del año 2008 frenó el proceso de globalización, según un estudio encargado por la Fundación Bertelsmann y realizado por el Instituto Prognos AG que incluyó a 42 países. El estudio señala que entre 1990 -cuando empezó hacerse periódicamente el llamado reporte de globalización- y el año 2007 el proceso de apertura de fronteras y desmantelamiento de aranceles había ido siempre en aumento. Sin embargo, a partir de 2007 -y en parte como consecuencia de la crisis financiera de 2008- este proceso no sólo se ralentizó, sino incluso que ha sufrido varios reveses. El índice de globalización utilizado por Prognos AG, derivado del de la Escuela Técnica Superior (ETH) de Zúrich, subió entre 1990 y 2007 de 46,4 puntos a 65,1 puntos. En cambio, a partir de 2007 el índice empezó a bajar y en 2011 se estancó. En 2014, el índice promedio para los 42 países estudiados era de 62,6 puntos.

Según dicho estudio, el beneficio de la globalización  entre los años 1990 y 2011 se calculó que había tenido como efecto un ascenso promedio de 610 euros en el ingreso por habitante en los  42 países estudiados. Si se toma, en cambio, el periodo completo entre 1990 y 2014, el aumento del ingreso por habitante promedio es de 580 euros. El estudio recuerda que el proceso de globalización durante los 24 años estudiados ha traído consigo un aumento del PIB de los países estudiados de 970.000 millones de euros por año, asimismo advierte de que  el proteccionismo no es una respuesta adecuada para las crisis financieras.


Este fenómeno de la globalización hizo crecer notablemente las economías de algunos países, como China e India. Pero dicho proceso tuvo efectos colaterales enormemente perniciosos en algunas economías. Las clases medias y bajas sufrieron en sus carnes los desajustes asimétricos que se generaron con dichas relaciones económicas.  Esta situación se agravó en el año 2008, con la quiebra del banco Lehman Brothers.  Este hecho sacudió todas las economías en mayor o menor medida, sin ir más lejos en España la tasa de paro llego a alcanzar el 26%. El Papa Francisco llego a calificar dicha situación como la “sociedad del descarte” donde unos pocos acumulan las riquezas y condenan a la mayoría a la marginación e invisibilidad. En Estados Unidos se llegó a calcular que solo el 1% de la población (320 millones de habitantes) gozaba plenamente de los beneficios de la globalización, arrinconando al restante 99%.


Hay que decir que la profunda crisis del año 2008 dejo heridas difíciles de curar en las diferentes sociedades occidentales, las mismas sufrieron recortes y privaciones económicas que en muchos casos trajeron parejas situaciones electorales dramáticas para algunas de ellas. Un ejemplo de esto último fue “el Brexit” inglés o la presidencia de los Estados Unidos ganada por Donald Trump.  Las políticas económicas en Europa de la Canciller Merkel, fueron la semilla del desencanto que fue muy bien recogido por partidos antisistema, tanto de derechas como de izquierdas. Estos sucesos han dado paso a un proceso de desglobalización, en el cual están apareciendo fenómenos exacerbados de proteccionismo económico. Este proceso está caracterizado por la disminución de la interdependencia y la integración entre las economías de los diferentes países. Según Simon Evenett, experto en comercio mundial de la Universidad de Saint Gallen en Suiza, hay un indiscutible cambio de tendencia desde el estallido financiero de 2008. En el otro gran estallido económico- financiero de los últimos 90 años, en la crisis del 1929, los países habían impulsado políticas ultra-proteccionistas que, según sus críticos, habían profundizado la crisis. El ejemplo más flagrante fue la ley arancelaria Smoot-Hawley en Estados Unidos que elevó los impuestos a la importación de más de 20 mil tipos de productos extranjeros. "No ha sucedido nada tan obvio, pero los gobiernos han adoptado de manera sigilosa todo tipo de mecanismos para proteger a la producción nacional", señala Evenett.

Esta regresión sufrida por la globalización económica, ha traído parejo un mayor riesgo económico para las compañías en los mercados donde operan debido precisamente a esos riesgos geopolíticos a los que se ven expuestas. Como consecuencia de ello se atisban tres tipos de tendencias o fuerzas con las que tendrán que lidiar: un mayor proteccionismo comercial paralelo a la caída del comercio mundial, una reducción del flujo de capitales internacional, y una regulación cada vez más restrictiva. Esto significa que en la práctica, el nuevo rumbo de la desglobalización les obligará a reducir su tamaño  y desprenderse de parte de sus operaciones internacionales. Según la (OMC) Organización Mundial del Comercio, el comercio mundial tendrá un crecimiento que será el más reducido desde el año 2007. En  el año 2015, Global Trade Alert, un grupo independiente de monitorización del comercio, citó al menos 644 medidas comerciales discriminatorias impuestas por las economías del G20 con Estados Unidos a la cabeza. Las importaciones entre las 20 economías más grandes del mundo han reducido su aportación al producto interior bruto de cada país durante cuatro años consecutivos. 




Mientras tanto los préstamos internacionales, medidos por los reclamos transfronterizos del Banco de Pagos Internacionales, se han reducido en 2,6 billones de dólares (unos 2,4 billones de euros), o el 9%, durante los últimos dos años. Con tan solo 646.000 millones de dólares (unos 590.000 millones de euros), la inversión extranjera directa en economías ricas ha caído un 40% desde su máximo nivel antes de la crisis financiera. Una regulación más estricta, con mayores reservas de capital tanto para bancos como instituciones financieras globales, limitan el crédito justamente cuando las compañías más grandes lo necesitan, agravando el difícil y lento crecimiento económico en el que tienen que desenvolverse en sus operaciones diarias. Los directivos de dichas multinacionales se enfrentan a unas consecuencias derivadas del proteccionismo imprevisible en algunos casos, como por ejemplo; el veto a la adquisición de algún activo, las expropiaciones de filiales, los cambios del régimen fiscal allí donde se encuentran, etc. Esto puede tener consecuencias gravísimas en las métricas de dichas compañías. Algunos ejemplos de esto último son; el Comité de Inversiones Extranjeras del Gobierno de Estados Unidos bloqueó una transacción de 3.000 millones de dólares (unos 2.747 millones de euros) para Phillips que pensaba ofrecer su división de componentes de iluminación a compradores asiáticos. El Gobierno estadounidense alegó razones de seguridad. En el año 2014, la farmacéutica estadounidense Pfizer, tuvo que desistir de comprar el fabricante de fármacos británico AstraZeneca por 106.000 millones de dólares (unos 97.000 millones de euros) por la oposición de los políticos británicos. El entonces Premier británico, David Cameron, declaró que se necesitaba más compromiso por parte de Pfizer para proteger los empleos británicos. El último movimiento proteccionista ha sido ejecutado por Donald Trump, ejerciendo el veto presidencial impidió que la compañía Broadcom de Singapur siguiera adelante con sus planes de adquirir a Qualcomm, el fabricante de microprocesadores. Según los argumentos del presidente Trump, este movimiento empresarial representa una grave amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Este bloqueo también prohíbe a los candidatos propuestos por Broadcom que se postulen para una candidatura del consejo de administración de Qualcomm, este fue su último movimiento para tratar de ganar poder desde dentro de la compañía y de esta forma se pudiese autorizar la compra, la cual ha sido rechazada en dos ocasiones por los directivos de Qualcomm. En Europa la cuestión no está mejor, el presidente francés Emmanuel Macron nacionalizó el astillero STX para evitar la compra por parte de la italiana Fincantieri… En todos los sitios se cuecen habas.





Para terminar, quiero decir que el paso del tiempo ha servido para que las conciencias de los directivos en las grandes corporaciones hayan asumido cuestiones de gran importancia como son; la amenaza que presenta la tecnología de cara al empleo, el agravamiento de la desigualdad de ingresos o la preocupación medioambiental. Sin embargo estos últimos cambios geopolíticos están sin asumir y digerir ya que en muchos casos siempre se ha pensado que eran aspectos que pertenecían al ámbito público de la política. Pues no, estos problemas impactaran de lleno en las operaciones de dichas compañías, cuestión que al contrario de lo hecho por Mark Twain al principio, dichos directivos no deberían perder el billete de tren en este viaje… Con el podrán saber a dónde se dirigen, ya que el viaje va a sufrir muchos imprevistos.   



Ya lo dijo José Luis Sampedro: “Lo que más me indigna es la indiferencia con que se contemplan las cosas en general. Y en los dirigentes la ignorancia y la soberbia.”


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