domingo, 18 de noviembre de 2018

REDES SOCIALES CORPORATIVAS DE "COREA DEL NORTE", ¿ES ESTA LA GUÍA EN EL NUEVO DESAFÍO TECNOLÓGICO?



Hallábase un día Benjamín Franklin sin empleo en Boston, y como necesitaba ganarse la vida, echase a buscar colocación por las imprentas. Viendo que sus tentativas resultaban inútiles, decidió ir a Nueva York; marchó a esta ciudad, pero como tampoco fue más afortunado, se encaminó a Filadelfia. Escaso de recursos hubo de pagar el pasaje remando como marinero, y llegó a Filadelfia sucio, muy cansado y con bastante hambre por cierto. Compró algunas hogazas de pan; metióse el resto de su equipaje en los bolsillos y con un pan debajo de cada brazo y comiendo otro, hizo su entrada por las calles de Filadelfia el hombre que? más tarde había de ser orgullo de aquella ciudad y célebre en todo el mundo.

Al pasar por cierta calle, la señorita Read, viendo la triste figura del mozo, se río mucho de él. Años después, la misma señorita que así se había burlado del desarrapado mancebo, vino a casarse con él, cuando, habiendo triunfado de la adversidad, su nombre se pronunciaba en todas partes con respeto y admiración. Estando un día los dos esposos platicando en la intimidad, salió a relucir el incidente; y aunque uno y otro lo celebraban con risas y humoradas, el hecho no dejó de impresionar hondamente a la señora, que lo refirió con frecuencia como ejemplo que enseña a no maltratar con burlas, risas o desprecios a las personas de aspecto pobre y humilde, las cuales, aun cuando no posean secretas virtudes, deben merecernos consideración y respeto.

Se dice que la libertad de expresión es, por encima de todas los demás, el derecho que nos define como seres humanos. Todas nuestras capacidades, aglutinadas en esa materia gris que llamamos raciocinio, tendría poca utilidad si los humanos no tuviésemos la posibilidad de comunicarnos. La comunicación se construye sobre la historia, sociedad, técnica, y arte en general, todo ello es lo que ha permitido desarrollar nuestra civilización y cultura.  Entre la libertad de expresión y la censura se encuentra el poder. Siempre que un individuo atesore de estas capacidades, podrá activar mecanismos legales o de fuerza que impidan al resto de ciudadanos críticos a poner de relieve aquello que es perjudicial. Algunas de las acciones que surgen son reconocibles como;  la coerción, el chantaje, la represión, etc. Pero hay otras mucho más nocivas, en virtud de las cuales el poder se esfuerza en convencer al ciudadano de que su derecho a la libertad de expresión está limitado y es contraria a sus intereses, para ello facilitan a sus incondicionales la ilusión de una protección ficticia.  La vulneración, por parte del poder, de los derechos ciudadanos, debe ser combatida usando medidas pacíficas  como es el derecho a la libre expresión. El silencio, que muchas veces es el refugio de los desamparados, pero también de aquellos que en su cobardía participan activamente como cómplices de hechos y situaciones que son para lamentar,  escondidos en la cueva de la impunidad. La prensa, no fue un medio de comunicación que naciese  en un ámbito de libertad. Sus orígenes se remontan al imperio chino cuando sus gobernantes comunicaban de forma impresa sus triunfos y hazañas. Se trataba de una información pensada desde arriba, monopolizada por el poder, al cual sólo le interesaba divulgar las acciones de los gobernantes, no de los gobernados, y por lo tanto mucho menos indagar en sus necesidades y problemas.

En la sociedad moderna actual, existe una condición sin la cual una democracia difícilmente puede consolidarse, se requiere que la prensa, en cualquiera de sus formatos; escrita, audiovisual, etc., sea libre. Esto a pesar de las dificultades o presiones sociales y económicas que existan sobre ella. El acrónimo de “cuarto poder”, atribuido a los medios de comunicación, se asocia a que en una democracia la prensa cumple un papel crítico e inquisitivo. Incluso cuando fallan los organismos de control de los que dispone cualquier la sociedad democrática, los medios se convierten en denunciantes y fiscalizadores de aquellos que incumplen las normas o las omiten. Sin embargo esta situación termina siendo desoladora cuando uno observa que  son los propios medios los que se autocensuran, aplicándose la mordaza. Para ello se hacen los sordos y ciegos, hablando de temas banales e incumpliendo la principal función social que tienen asignada, revelar la realidad. No es la censura que se implanta desde la cúpula del poder, de arriba hacia abajo, es la censura autoimpuesta, la peor de todas las imaginables, fruto del miedo y la desesperación.
La libertad de expresión, no es el derecho a decir cosas agradables que a todos nos parezcan bien y razonables. Es el derecho a disentir, a expresar opiniones molestas y desagradables no compartidas por quien manda. Esta situación es fácil de aceptar cuando se realiza en un entorno de debate civilizado entre dos o más implicados. Sin embargo, esta situación se complica cuando existe una mayoría más amplia que respalda una opinión y otra más exigua que defiende lo contrario. Es este tipo de situaciones, las que ha llevado a los tribunales más importantes de este país (Tribunal Constitucional) a dictar jurisprudencia por medio de sentencias, donde afirma que,  la necedad de que la libertad de expresión debe ejercerse en los límites de decoro o el buen gusto”. Como si esa conciencia mayoritaria sea la que determine la frontera infranqueable ante lo qué es decente y lo qué no, como si esto además fuera un límite infranqueable ante el que las minorías no tienen ningún espacio posible. 

Toda esta introducción que acabo de realizar quiero que sirva para explicar los hechos que me han sucedido este fin de semana y que me han llevado a escribir sobre el mismo.  Hace unos días que se ha llevado a cabo la introducción de una nueva red social, corporativa, conocida con el nombre de Workplace. Pues bien, queriendo seguir con mi costumbre de seguir publicando post de mi blog en dicha red social como hacía en la antigua, Yammer, me encuentro con que no me es posible. Me pongo al habla con uno de los administradores de dicha nueva red social para explicarle lo que me está sucediendo y se me facilita la contestación más subrealista que cabría esperar. Se me comunica que, “en dicha red social corporativa solo comunican los que la dirección de dicha red hacen administradores. Los empleados comentan pero no comunican post originales”. Llegados a esta situación y terminada la campaña de la Encuesta de Clima que estaba en vigor, me viene al recuerdo la insistencia efectuada por mandos y directivos para que se realizase la misma por parte de los empleados. La duda que me asalta ahora es, ¿Para que?, ¿Qué finalidad tienen las campañas de Clima Laboral dentro de una compañía cuando la dirección de la misma coarta y restringe la comunicación al servicio de sus intereses. ¿Que los empleados sean unos meros teloneros, además de espectadores de lo que sucede dentro de la misma, colma sus inquietudes? 
Decía Otto Preminger, “No suelo dar consejos a los actores. Están aquí para hacer su trabajo”. Pues bien, eso es lo mínimo a lo que puede aspirar cualquier empleado de sus directivos, que hagan su trabajo… Pero de forma decorosa, máxime si tenemos en cuenta que están al servicio de una causa, (Misión, Visión), con unos valores. Sin embargo cuando la decadencia se instala en una organización, del tipo que sea, lo primero que sufre es la comunicación. Digo decadencia, porque como muestra sirvan dos ejemplos que han sucedido en la misma en un periodo de diez años: pérdida de más de seis millones de accesos o clientes,  y una caída en los ingresos de 4.753 millones de euros desde el tercer trimestre del año 2008 hasta el tercer trimestre del 2018, el 33,37%.
 

                       REDES SOCIALES, EL PRINCIPAL OBJETO DE CENSURA

Recorrido este camino por la dirección en dicha compañía, cabría preguntarse si puede haber esperanza de que esta situación sea reversible. Yo humildemente creo que no, ya que ha habido un sinfín de oportunidades para dicho cambio, y sin embargo no se ha producido. Los directivos han volado todos los puentes con su principal activo, los empleados, existe un divorcio incuestionable. Los resultados de la Encuesta de Clima recogidos en los últimos años son un una clara muestra de dicho divorcio. Lo que si tengo claro con respecto a mí, es que no habrá ninguna barrera o dificultad que me impida seguir publicando con respeto y educación  sobre lo que sucede en el sector de las teleco español, más aun, invito a cualquier  empleado a que manifiesten aquello que crea importante, compartiendo su preocupación en un ámbito de libertad, donde la censura no sea  un factor que dificulte e impida una tranquila convivencia desde la discrepancia. Por lo que respecta a mis dificultades e impedimentos de poder publicar desde el 1 de enero del año que viene, no tengo nada que decir ni pedir, creo firmemente que la propia acción ya califica a aquellos que realizan dicha acción…Lo importante y fundamental es que hechos como este se conozcan y sirvan para que nadie se desanime y combata activamente  dichos comportamientos.   a los empleados a tener una participación activa de contestación sobre cualquier actor o factor que dificulte y restringa la comunicación.  Cada día es más difícil decir no, llevar la contraria y saber asumir las consecuencias, en un momento en el que se compran voluntades muy baratas a la vez que se venden a saldo algunas dignidades. Sin embargo hay que seguir luchando contra aquellos actores que actúan en la cueva de la impunidad… Con ello mantendremos como Franklin, nuestras ideas de forma firme, en tiempos donde las creencias particulares del individuo sufren el envite de falsos aprendices de brujo.

Ya lo dijo Santiago Ramón y Cajal: Te quejas de las censuras de tus maestros, émulos y adversarios, cuando debieras agradecerlas. Sus golpes no te hieren; te esculpen”.
 
 

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