miércoles, 11 de marzo de 2020

TELEFÓNICA Y SU 1.200.000 ACCIONISTAS...FRENTE AL COVID-19



La filosofía es un discurso de segundo orden (es decir, un saber abstracto). La misma permite generalizar afirmaciones de ciencias particulares y aplicarlas a ámbitos más generales. También plantea problemas que afectan a determinados supuestos de un saber dado, a sus límites o a sus pretensiones y cuestiona presuntas evidencias de la experiencia común. De este modo, las distintas disciplinas científicas se ocuparían del conocimiento y explicación del mundo (o de alguna parte de la realidad), y la filosofía constituiría un discurso de segundo orden que toma como objeto de reflexión a aquellas disciplinas. También se concibe como un saber absoluto y general acerca del mundo. Desde este punto de vista la filosofía consistiría en un corpus de ideas, más o menos coherentes, en el que se recogen las concepciones últimas y más generales que el ser humano sostiene en relación con el mundo en el que vive. Los partidarios de esta concepción suelen considerar que hay dos niveles en la filosofía entendida como concepción general del mundo: un primer nivel constituido por el conjunto de ideas y creencias generales que los seres humanos adquirimos en los procesos de socialización; y un segundo nivel, que podemos denominar “filosofía académica” o “filosofía profesional”, que se encarga de ilustrar, es decir, de someter a la luz de la razón, aquellas concepciones globales que la gente mantiene de manera inconsciente. Con ello se dota al ser humano de un conjunto de ideas y principios que le permitan afrontar las dificultades con las que a menudo tropieza en la vida.
Ayer se publicaba en una red social, LinkedIn http://bit.ly/2W1WFVZ, una carta del presidente de la operadora en la cual manifestaba una serie de medidas que acometía la teleco frente a la situación de emergencia que vive la sociedad española en determinadas partes del territorio español frente el COVID-19. Si algo ha demostrado la situación actual, es que dicho coronavirus está generando en la sociedad ciertos problemas por las debilidades que dificultan el funcionamiento normal de la misma cuando se tienen que adoptar medidas extremas con el fin de evitar la propagación de dicho problema. La movilidad de personas por cualquier parte del mundo en cuestión de horas es quizás uno de los mayores logros que ha conseguido el ser humano, pero también es uno de los mayores hándicaps para la propagación de dicha enfermedad. En dicha carta se proponen una serie de medidas para diferentes grupos e interés (stakeholders) como son empleados, clientes, administraciones, hijos, etc., todas ellas tendentes a mitigar temporalmente los posibles trastornos que ocasiona dicha pandemia. Hasta aquí todo parece correcto con el fin que debe tener una compañía con la sociedad en la que tiene sus operaciones. Sin embargo, dentro de dicha carta me quiero quedar con un párrafo que sí considero importante, ya que ilustra quizás muy certeramente lo que no se está haciendo con respecto al 1.200.000 accionistas que tiene la compañía, y que están viendo como su patrimonio merma un día si y otro también por el devenir de la operadora en los mercados bursátiles. El párrafo es el siguiente:
“Se ha dicho, con buen criterio, que el propósito de una compañía no puede ser una simple frase vacía, sino su razón de ser fundamental; aquello que practica a diario para generar valor para sus grupos de interés”.

Ayer la cotización de la operadora cerró en el mercado bursátil a 4,48 euros por acción, sin embargo, no hay que olvidar que el actual equipo directivo cuando se puso al frente de la operadora en 8 de abril del 2016, la cotización era de 9,31 euros. La minusvalía a fecha de ayer era del 51,88%. Esta situación bursátil de precariedad se agravó a partir del 19 de febrero de este año cuando la cotización estaba a 6,54 euros. La caída de la acción ha sido constante desde entonces, rompiendo soportes y bajando la misma hasta cotas desconocidas. Esta situación ha situado el valor de la compañía en poco más de 23.000 millones de euros. Ante la situación por la que atraviesa en los mercados la compañía, se ha impuesto un silencio explícito y tácito, tanto en medidas como en explicaciones, con el fin de mitigar lo que está sucediendo a el 1.200.000 accionista que tienen su patrimonio en entredicho. http://bit.ly/337PSvr
 


Para ello se emplea la estrategia de saturar a la sociedad con información insustancial e intrascendente que saque el foco de aquello que, si es importante. Con ello se consigue fatigar y desviar la atención de lo importante, en base a un exceso de información de valor secundario, materializando una “idiocracia” social a través de una sobreinformación que se vuelve un mero entretenimiento. Frente a este tipo de acción no cabe más que reaccionar generando un vacío como forma de resistencia a esa sobreabundancia informativa. Y eso que pocos estados tienen peor reputación que el aburrimiento en un mundo que es un mercado, con numerosos agentes que combaten la pasividad con todo tipo de bienes y servicios. No se puede asegurar que la tecnología sea un factor distorsionador de la realidad, ya que no todo el mundo hace un uso torticero del mismo, sin embargo, si se pude afirmar que la misma facilita esa sobrexposición, Tuenti, Facebook, LinKedIn o Twitter juegan hoy en día un papel clave en la maquinaria de la propaganda con el que se bombardea al ciudadano. Analistas como Maryanne Wolf y Edward Tenner afirman que las labores y consumos simultáneos instigados por dispositivos como los ordenadores, los teléfonos móviles y las tabletas alejan igualmente a los individuos adultos de los modos de pensamiento que requieren reflexión. La tecnología propicia que los ciudadanos sean más eficientes procesando la información, sin embargo, la revolución digital en algunos casos genera un desenfreno digital que deshumaniza y aleja a los ciudadanos de la realidad a la que se ven expuestos.

Antes de la eclosión de dichas redes sociales, las personas vuelcan su atención en las mismas buscando la información que otros medios no facilitan, movidos por factores que como reconocía hace poco tiempo en una conferencia, Jesús Cacho, editor y propietario del medio digital Vozpopuli http://bit.ly/2TkIIz8, se pliegan ante la necesidad de ingresos para poder funcionar en un mercado como es el de la prensa, donde la independencia está reñida con la información en cuanto a veracidad y transparencia con respecto a quien paga. La situación y fuerza que tienen dichas redes sociales, son un factor que tienta a más de un directivo de compañía en la búsqueda de reconocimiento en las mismas con el fin de tapar o ocultar una realidad que le es hostil.  No debemos olvidar separar, lo urgente de lo importante, ya que esa sobre exposición social a la que se ve sometido el ciudadano tiene su lado oscuro en el desvío de la atención de cuestiones que si son fundamentales para el mismo. Este factor es crítico en cuanto a la motivación de quienes las utilizan, ya que pretende en algunas ocasiones desviar o torcer una realidad que le es hostil en cuanto a reflejar la realidad de la gestión desempeñada por él mismo. Esa exuberancia informativa es efímera, puesto que nace predestinada a sufrir una defunción precoz en un ambiente que cuenta con altas y bajas. Por ejemplo, el número de páginas aumenta a un ritmo de 10.000 por hora, mientras que cada día mueren más de 300.000 personas con perfil en Facebook. En un año se pueden generar datos binarios equivalentes a los volúmenes escritos en la historia completa. Para gestionar ese exceso de información que tiende al infinito se aplica la teoría económica a la atención. Eso es la economía de la atención, una disciplina desarrollada para reducir la angustia de los privilegiados que pueden permitirse el lujo de saber demasiado y que quieren que los demás no se fijen en lo importante.


Para terminar, decir que la realidad de 1.200.000 accionistas que tiene su dinero en la operadora y fijan su atención sobre lo que de verdad les importa, no debe ser oscurecida con el deber que tiene la misma con la sociedad a la que presta sus servicios, con el fin de que el problema sea minimizado en su gravedad. El COVID-19 ha puesto a las sociedades de todo el mundo ante un reto médico de proporciones gravísimas que hacía mucho tiempo que no se vislumbraba, y todo ello, con la facilidad que proporciona la tecnología en cuanto la inmediatez que facilita el conocimiento a la sociedad. Es una obligación de los directivos de la compañía como bien recoge la carta en la red LinkedIn, crear valor para los diferentes stakeholders de la operadora, sin embargo, para ello es fundamental el situar los problemas en su verdadera magnitud…Y no sobre ponderar cuestiones que siendo graves exceden el ámbito de actuación de dichos directivos…Ya que esta acción puede terminar saturando a la sociedad.


Ya lo dijo Albert Camus: “Al principio de las catástrofes, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. En el primer caso, aún no se ha perdido la costumbre; en el segundo, se ha recuperado. Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad.”
 





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