sábado, 20 de abril de 2019

TELEFÓNICA, 95 AÑOS DE HISTORIA... Y LAS RAZONES POR LAS QUE HAY QUE CAMBIAR


La Compañía de Jesús, los jesuitas, son una orden católica con una tradición enorme. Se institucionalizaron oficialmente -por llamarlo de alguna manera- en el año 1540 mediante la bula papal Regimini militantis ecclesiae de Pablo III. El fundador de dicha orden fue San Ignacio de Loyola, un vasco que va sentó las bases de la que actualmente es la orden católica con más adeptos en el mundo y una de las más importantes. Por otra parte, la base en la que se cierne la orden jesuita son el cumplimiento de tres votos: obediencia, pobreza y castidad. Pero reducir la base del pensamiento jesuítico a esto sería obviar diferentes conceptos que se refieren al pensamiento político, social, religioso y económico. Es decir, que a partir de San Ignacio de Loyola, grandes personajes del pensamiento filosófico han sido jesuitas y han sido partícipes de momentos decisivos en la historia de la humanidad. San Ignacio de Loyola (1491-1556).En 1521 (a los 30 años) cambió radicalmente su vida. Tras ser herido en el sitio de Pamplona por las tropas francesas, San Ignacio tuvo que guardar una penosa y larga convalecencia. Durante ese tiempo tuvo la oportunidad de leer la “Flos Sanctorum” (vidas ejemplares de santos), la “Vita Christi” de Rodolfo de Sajonia, y el “De imitatione Christi” de Thomas Kempis. Estas lecturas y su afición por los libros de caballería le llevaron a perfilar un nuevo ideal caballeresco dentro de su época: el de caballero de Cristo, un caballero andante en defensa de Dios. Y de acuerdo con dicho ideal, decidió romper con su vida anterior e irse a los Santos Lugares. Posiblemente el momento más decisivo en el que han participado los jesuitas sea la Contrarreforma, ese movimiento que surgió como respuesta a la Reforma Luterana y protestante, tan amenazante para la Iglesia Católica.

Hay que resaltar que los jesuitas siempre se han situado muy cerca de los postulados de Roma. El propio hecho de que cuando se institucionalizara la orden, los miembros de esta estuviesen preparados para zarpar a Jerusalén en peregrinaje -finalmente no pudieron hacerlo por la Guerra entre Venecia y el Imperio Otomano- y en aquel momento fueron reconocidos como orden religiosa por el propio Pablo III, hace de los jesuitas prácticamente unos servidores de Roma, y precisamente esto sería, a posteriori, un problema para la supervivencia de jesuitas en varios países -ejemplo del regalismo en España por la pugna clásica entre la Iglesia y el Estado-. Entonces, nos encontramos con una orden que pretende “servir a las almas”, que realiza una potente labor evangelizadora hacia la ortodoxia, que hacen de escuderos de Roma, que además se preocupan por cuestiones sociales y poseen una gran intelectualidad. Es, por ejemplo, muy reseñable la labor evangelizadora de las misiones y reducciones jesuíticas en América del Norte y América del Sur durante buena parte de la Edad Moderna (SS. XVII y XVIII) así como en tierras orientales como es el caso de China.
A modo de conclusión, sus 479 años de historia han significado un profundo cambio en las sociedades por la labor que han desempeñado sus miembros.  Algunas características de la Compañía de Jesús que cabe reseñar por ejemplo es: la aparición misma de la Compañía, ya que dicho acontecimiento casi “providencial” para el catolicismo más ortodoxo; que creció de forma espectacular en poco tiempo debido a su carácter esencial evangelizador y colaborador con la Iglesia Católica y las sociedades más desfavorecidas; supuso, además, prácticamente, un puente entre el pensamiento escolástico tradicional y el pensamiento renacentista, más racional, revistiendo la escolástica satisfactoriamente. Fue una orden muy incómoda para el poder regio de varias naciones e imperios; han causado controversia, porque siendo “adictos” de alguna manera al papado siempre han sido un tanto “independientes” en cuanto a su filosofía; y ayudaron en gran medida a sociedades supuestamente atrasadas. A la muerte de San Ignacio, en 1556, los miembros de la Compañía ya ascendían a más de un millar, y sus casas, más de cien, se repartían por doce provincias. En 1615, el número de jesuitas alcanzó la cifra de 13.000, y había establecimientos en Francia, Portugal, Flandes, Polonia, Italia, España y América. La Compañía se desarrollaba con gran rapidez.


El 19 de abril de 1924 se fundaba Telefónica de España, sus 95 años de historia han estado colmados de grandes éxitos y algún que otro fracaso, sin embargo sus hitos han permitido a dicha compañía y sus gestores pasados y actuales llegar a las proximidades del centenario.  “Té con Mussolini”, es una hermosa película de Franco Zefirelli, la cual describe un grupo de mujeres inglesas sofisticadas que no percibían el deterioro de la sociedad italiana en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. El comportamiento de las damas que se reunían para el té todas las tardes se asemeja al de GM, Kodak, Polaroid, Blockbuster, Chrysler, Delta, American Airlines, Texaco, Radio Shack, Yahoo, AOL, Motorola, Xerox, HP y Blackberry, por nombrar solamente algunas compañías  que  disminuyeron de tamaño, perdieron posiciones de liderazgo, y terminaron en bancarrota, y no porque sus ejecutivos principales eran deshonestos o imbéciles. Muy al contrario, muchos de ellos eran profesionales inteligentes, trabajadores y bien intencionados tratando de tomar las decisiones correctas. Sin embargo, de buenas intenciones está lleno el cementerio y ninguna compañía, independientemente del tamaño y de las ganancias obtenidas, sobrevive a un cóctel de malas decisiones directivas, tales como la búsqueda indisciplinada de crecimiento, intolerancia al riesgo, falta de agresividad comercial y ausencia de innovación. Fracasos resonantes de compañías que no siempre fueron resultado de acciones equivocadas. Radio Shack, por ejemplo, desarrolló una gran experiencia en muchas actividades claves para un minorista de electrónica de consumo, sin embargo, una sola decisión – el menosprecio a la aparición de teléfonos inteligentes, mató  su modelo de negocio.
Se tiende a pensar que las grandes compañías son como gigantes dirigidos por fuerzas divinas para liderar el mundo, pero algunas de ellas desaparecieron en pocos años. ¿Cómo pueden estas instituciones, aparentemente sólidas, caer tan rápidamente?   Sucesos impactantes  raramente tienen sólo una causa raíz y los fracasos de las compañías no son la excepción a tal regla. Entonces, ¿por qué las grandes compañías fracasan? La noticias sobre negocios muestra que existen causas específicas para los fracasos de empresariales, industrias y países/mercados e incluso para la extinción de las organizaciones. A continuación, un humilde esfuerzo para describirlas. Son causas específicas del fracaso de las compañías atribuidas a fallos ejecutivos causados mayoritariamente por decisiones y omisiones de los mismos. La lista de cuál puede ser el error es bastante larga: proceso lento de toma de decisión, mentalidad de obediencia, decisiones irracionales, ejecución precaria, etc. A veces, las compañías sabían lo que estaba sucediendo a su alrededor, sin embargo decidieron no actuar. En otras ocasiones hicieron algo, pero sus acciones fueron tardías o insuficientes. Por último, los equipos no tienen el coraje de desafiar el status quo y hacerse preguntas difíciles. Ocurre cuando existe el miedo a lo desconocido y eso afecta a cómo las compañías se ocupan de su futuro.
Las compañías en decadencia tienen un motivo bastante común para la misma,  la dificultad o falta de innovación. Las grandes compañías tienen una fama relativamente débil de innovación debido a sus procesos internos lentos y burocráticos, puesto que las decisiones deben ser filtradas por varios niveles directivos. Por lo tanto, no reaccionan rápidamente a entornos cambiantes. Kodak proporciona un claro ejemplo de reacción tardía a eventos externos: después de alcanzar el liderazgo de mercado, la empresa llegó incluso a pedir su propia bancarrota, recuperándose años más tarde. De cualquier modo, ésta no domina el sector fotográfico como lo hiciera en otros tiempos.
Hay razones que explican la decadencia de toda una industria, es la falta de visión ante los elementos disruptivos. Ejecutivos de la industria de entretenimiento, por ejemplo, rechazaron el mercado de streaming y por lo tanto no exploraron las posibilidades de asociación con una compañía llamada Netflix. Este es un ejemplo clásico de una amenaza disruptiva, un término definido en el libro “El dilema del Innovador,” de Clay Christensen. Para tal autor, la disrupción se produce cuando las compañías innovadoras pequeñas comienzan a atacar la parte menos sofisticada del mercado. Tales compañías son en gran parte ignoradas por los líderes tradicionales debido a los bajos márgenes y a los beneficios insatisfactorios ofrecidos por los segmentos en los que las empresas “entrantes” se especializan. Yahoo también pagó un alto precio por no reconocer la muerte de portales web y el nacimiento de las redes sociales como Facebook e Instagram, por ejemplo. Sin embargo el tiempo y las razones ha hecho ir a gigantes como Apple o Disney a dichos segmentos ante el potencial mercado del streaming. En general, estos hechos suceden porque las grandes compañías sólo se concentran en su base de clientes y no en las amenazas disruptivas. Lo sorprendente es percibir como muchas compañías continúan dirigiéndose velozmente hacia un punto de desastre inevitable.

Existen también causas  específicas para el fracaso en mercados en ciertos países por parte de algunas compañías. Un ejemplo de esto, ha sucedido a Walmart en Alemania.  En primer lugar, la idiosincrasia del lugar permitió un fracaso al no estudiar a los consumidores alemanes, los cuales a diferencia de los estadounidenses típicos de Walmart, tienden a preferir  pequeñas “tiendas de barrio” en lugar de una gran cadena. En segundo lugar, los alemanes, en promedio, valoran entornos sofisticados, algo intrínsecamente contrario a lal vista simplista de las tiendas Walmart. Por último, la compañía no pudo aplicar la baja estructura de costos en Alemania, especialmente   debido a las estrictas leyes laborales de ese país. Disney París, anteriormente conocida como  Euro Disney, también se enfrentó a las diferencias  culturales  específicas que explican el fracaso del proyecto.  La competencia con el turismo parisino y el foco en detalles irrelevantes probaron que la dirección de Disney  actuó bajo una visión estadounidense de Europa, en lugar de una visión centrada en los hábitos europeos. Entender efectos de ubicación y características culturales son importantes para el éxito de un modelo de negocio internacional.
La investigación en administración de compañías sugiere que la decadencia y/o la irrelevancia pueden ser evitadas. Una gran cantidad de profesores de escuelas de negocios ayudan a las grandes compañías a evitar el desastre; sus sugerencias a menudo incluyen la creación de una unidad de negocios independiente de la organización para permitir que las decisiones rápidas se tomen sin la influencia de la empresa matriz y los accionistas. La explicación de la segregación entre las nuevas empresas y las grandes empresas proviene del hecho de que el modelo de negocio disruptivo no puede estar bajo el análisis  de los resultados a corto plazo. La adquisición de nuevas compañías con potencial disruptivo es otra estrategia utilizada por grandes empresas para revertir un escenario de baja innovación. Sin embargo, las fusiones y adquisiciones tienden a ser un problema, debido al histórico de fracasos en la integración de nuevas empresas innovadoras y grandes empresas. 

James Collins, en su libro “Cómo los gigantes caen y por qué algunas compañías nunca se dan por vencidas”, describe los cinco pasos seguidos por los que las compañías caen en una espiral descendente. El primer paso es la atribución de un poder divino sobre sus cualidades. Eso es un problema porque las compañías no suelen darse cuenta rápidamente cuando cambia el entorno. El segundo paso se produce cuando las compañías se mueven de un segmento a otro, o crecen demasiado rápido dejando atrás los fundamentos que llevaron a su éxito inicial. El tercer paso está vinculado al rechazo al riesgo. En ese momento las señales de advertencia están presentes pero el liderazgo de la compañía sigue siendo fuerte y convencido de que todo está bien y la vida sigue siendo buena. Los problemas son invariablemente atribuidos a causas externas. En el cuarto paso los problemas son suficientemente claros pero la empresa, en lugar de volver a los fundamentos que la hicieron grande, apuesta en un director nuevo y carismático, cambia dramáticamente la estrategia, realiza una adquisición supuestamente transformadora o piensa en otras soluciones milagrosas. Finalmente, el quinto paso es la aceptación de que la empresa nunca volverá a los niveles anteriores y puede morir.

Los diferentes stakeholders de una compañía; accionistas, inversores, empleados, proveedores, etc., a veces se olvidan de que todas las compañías van a tener problemas o recesiones. Estos muchas veces comienzan por movimientos rupturistas; en otros momentos los hábitos y requerimientos de los clientes cambian demasiado de una región para otra. Compañías con descensos desastrosos en sus métricas a veces son poco difundidos, sin embargo están bien documentados. La realidad nos dice que el camino hacia la mediocridad está bien definido, sin embargo existen directivos que persisten en el mismo. Los desafíos a los que se enfrentaran las compañías en el futuro son enormes y no se ve ningún motivo para pensar que será fácil. Al igual que la Compañía de Jesús, cuya antigüedad va camino de los 500 años, las compañías tienen que mutar y adaptarse a la nueva realidad que les toca vivir, sin embargo actualmente los medios de comunicación y la comunicación que emana de algunas de ellas es engañosa por no decir mediocre. Predecir el futuro es difícil, pero podemos afirmar que si Telefónica quiere seguir compitiendo con cierto éxito, el futuro será completamente diferente al actual…Cuestión que todos sus grupos de interés tienen que asumir si quieren llegar a la longevidad de la Compañía de Jesús.

Ya lo dijo Albert Einstein: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”




 



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